Como es normal, queremos verlo crecer, desarrollarse y que se convierta en un referente dentro de su categoría. Para esto, debemos hacernos de los servicios de una persona capaz, de experiencia comprobada, un profesional incólume que tome las riendas de nuestro bebé.
Estoy segura que la evaluación de los postulantes sería rigurosa e implacable. Casi marcial. Después de todo, le estamos dando el futuro de nuestro esfuerzo a esta persona. Habría que valorar su empatía, experiencia, antecedentes, logros obtenidos, etc.
La pregunta es: ¿Por qué entonces no somos así de rigurosos cuando nos toca elegir un presidente?
La respuesta puede ser dolorosa. Lo único que se me ocurre es que no sentimos al país como nuestro, en otras palabras, no lo amamos como estoy segura, amaríamos nuestro propio negocio.
Elegimos presidente sin hacerles preguntas básicas y sin cuestionar su "curriculum".
¿Por qué no amamos a nuestro país?, muy sencillo, porque siempre buscamos nuestro bien personal, nunca el colectivo y si ese bien supone aplastar la racionalidad y poner el futuro de otros al borde del abismo, no nos importa.
Ojalá que el domingo 05 de Junio le devolvamos un poco de lo mucho que este "negocio" nos ha dado.
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